La experta en repatriación y cambio cultural dice que las organizaciones deberían enfocarse en las relaciones familiares de quienes dejan el país de residencia.

rededor del 25% de las expatriaciones fracasan y, en muchos casos, el motivo son los conflictos familiares. Así lo asegura la médica psicoanalista Graciela Bar de Jones, que desde hace más de dos décadas se dedica a estudiar los efectos de las migraciones y la interculturalidad.

La experta señala que muchas empresas no suelen tratar las expatriaciones desde el punto de vista familiar, sino meramente desde lo organizativo y con coaching. Falta un espacio de reflexión en el que cada uno pueda compartir sus vivencias. “La nueva visión es no tanto ocuparse del expatriado sino de la pareja y la vida familiar para que vivan una situación de mayor bienestar. Más que ocuparse de buscarles un departamento, las empresas deberían crear ambientes donde las personas puedan expresarse sin miedo de ser juzgados o perder su trabajo”, explica Bar de Jones, que integra la lista de notoriedad médica del consulado general de Francia en Buenos Aires y es codirectora de BabelPsi, organización que brinda atención terapéutica y formación académica sobre temas de interculturalidad.

Dice Bar de Jones que crear esos espacios de intercambio facilita el desarrollo de la capacidad de escuchar con respeto, lo que a su vez genera vínculos de mucha solidaridad y permite trabajar temas como rivalidad y competencia. El rendimiento también mejoraría.

“Si uno ve que a otras personas les pasa algo similar siente alivio”, asegura la experta, pero señala que hay cosas que los expatriados no cuentan “porque culturalmente tienen muy metido que en los ámbitos de trabajo no hay que hacerlo”. Esto les pasa especialmente, dice, a las parejas mujeres de los expatriados que “sienten que no tienen derecho a quejarse porque están bien económicamente”.

-¿Qué dificultades encuentran los expatriados?

-Una es la soledad más verdadera, que tal vez está disimulada en muchas reuniones sociales y de trabajo. También, la amistad es muy difícil porque las personas saben que van a cambiar de lugar y no se comprometen en vínculos profundos. Todavía no empezaron a relacionarse y ya se están despidiendo internamente para no sufrir la despedida. En la primera expatriación sí hacen vínculos amistosos más profundos pero después no. Los locales no quieren vincularse con extranjeros porque saben que se van a ir. Se termina desarrollando casi una cuestión de carácter. Es decir, se incorpora a la personalidad un trato de cierto desapego a los vínculos.

-¿Qué pasa con la salud? ¿Hay enfermedades que se repiten entre los expatriados?

-No quiero dar una visión negativa porque esta experiencia es muy rica. Pero estar en otra cultura, con otro idioma, agota. Hay muchos estímulos que no son familiares. Uno tiende espontáneamente a buscar lo que conoce. Lo más primario es la comida; al principio es divertido probar otra cosas, pero después cansa. Con los chicos estudiantes puede haber problemas de droga y alcohol y situaciones de relaciones sexuales peligrosas. Es difícil estar lejos de lo familiar. En toda experiencia de migración o expatriación se habla de trauma acumulativo. La experiencia cotidiana de disonancia, por la que todo el tiempo hay que hacer un esfuerzo constante para entender, genera un estado de confusión. Impacta en la productividad y en el rendimiento. Hay personas acostumbradas a hacer disociaciones operativas y, en lo pragmático, pueden seguir respondiendo, pero después pueden tener problemas de salud o conyugales.

-¿Qué factores hacen a una persona más adaptable?

-La palabra adaptación no me gusta, pero entiendo que le pueda gustar mucho a una empresa. No me gusta porque en algún punto las personas más valoradas en una empresa pueden tener una tendencia a la sobreadaptación. Se acomodan a cualquier lugar pero después lo pagan caro en la salud. Por los problemas de pareja hay muchas expatriaciones que fracasan. El problema es que no tienen un marco de acompañamiento para lo que les pasa.

-¿Es un tema de comunicación o hay otros aspectos de la relación que se vuelven vulnerables ante la expatriación?

-Cuando una mujer depende del marido, una de las cosas que pasan es que se entra en un estado de infantilización. Lo llamamos regresión. Ya el hecho de cambiar de país hace entrar en regresión; si en tu país habías llegado a la universidad, en un país diferente donde no se conoce la cultura ni el idioma es como entrar al jardín de infantes. La autoestima se va al diablo. Las personas no se tienen confianza, se sienten inútiles, y eso se refleja en el vínculo matrimonial. Cuando uno se vuelve dependiente emocionalmente aparece la desconfianza. Sospechan del marido, y en algunos casos tienen razón porque aumenta la infidelidad de los hombres. De las mujeres también, pero ellas están más limitadas porque no tienen a su grupo de pertenencia, ni de trabajo. Pierden su identidad profesional.

-¿Qué hace que una persona funcione mejor que otra en nuevos escenarios?

-Hay personas que son más sanas psicológicamente y que tienen capacidad de tolerar y manejar más las angustias que alguien más frágil. Esto, sin dudas, se puede evaluar. Alguien que tiene una estructura psicológica frágil y depende mucho del sostén que brinda la propia cultura se desorganiza más fácilmente.

-¿La mayoría está felizmente y voluntariamente expatriada?

-Un 40% de los expatriados considera que si no hubiese aceptado la oferta de expatriación hubiera tenido consecuencias negativas para el desarrollo de su carrera profesional dentro de la empresa. Tienen ese temor.

-¿Qué sorpresas genera la repatriación?

-Uno cree que al volver encontrará las cosas como las dejó. Nada que ver. Pero con acompañamiento genuino lo que pasa es más vivible y disfrutable.

Fuente: La Nacion